4.4 Alivio de la deuda

¿Fue por accidente o por causa directa que la recesión surgiera a través de un excesivo endeudamiento hipotecario?

Durante los diez años anteriores, los precios de las viviendas subieron más que la inflación.  La gente estaba contenta por el boom inmobiliario, existía la certeza de que la vivienda era la mejor inversión y de que su valor aumentaba de forma constante. Esto les dio una sensación de seguridad y contribuyó a la oleada de compras. No obstante, esta sensación se basaba en fundamentos irracionales.

Si una familia tiene un hijo, los padres podrían afirmar que el aumento del valor del hogar familiar representa una herencia futura que compensaría el precio más elevado que este niño tendrá que pagar por su propia vivienda. Sin embargo, es una pobre compensación para unos costos de vida totales más altos. También existe el riesgo de que el valor de la propiedad disminuya, por lo que los ingresos procedentes de la venta de la casa de los padres serán inferiores al precio de la casa del hijo. El principal problema de este modelo es que con solo un hijo por familia la sociedad humana está condenada a la extinción. Para mantener una población estable, se necesitan al menos 2,1 niños por familia. Así que incluso con un gran desarrollo económico en el que el precio de las viviendas aumentan sin interrupción, no habría beneficios a largo plazo ya que la sociedad en general se estaría encaminando a su extinción.

Si las familias tuvieran dos hijos, al elevarse los precios en el sector inmobiliario, el valor del hogar familiar también aumentaría, pero durante la venta de la vivienda y la división de la herencia entre los dos hijos, los ingresos por hijo no serían suficientes para compensar el precio más alto del nuevo hogar que cada hijo tendrá que pagar (una compensación de solo el 50%) y, de esta forma, el saldo total de la familia sería negativo. Los hijos tienen una situación financiera peor que la de sus padres porque su poder adquisitivo es menor debido a cuotas hipotecarias más altas.

Con tres o más hijos, la situación es incluso peor.

La subida del precio de las viviendas es un beneficio ilusorio. En realidad, esta subida provoca una disminución del poder adquisitivo, vinculándolo durante décadas con ladrillos y cemento.

Lo mismo ocurre con los esfuerzos por reactivar la economía mediante el reinicio del crecimiento de los precios de las propiedades. Este tipo de razonamiento revela una falta de comprensión de las causas de la recesión y de cómo se manifiestan en la vida real. Intentar reactivar la economía aumentando los precios de la vivienda es totalmente contraproducente. Así es cómo empezó la recesión.

La recesión empezó porque, a través de la subida consecutiva del precio en el sector inmobiliario, se produjo un correspondiente aumento de las cuotas hipotecarias y, por tanto, la demanda agregada se redujo. Año tras año. La disminución en el poder adquisitivo fue reemplazada temporalmente por los préstamos (a menudo hipotecarios) pero la devolución de dichos préstamos mermaban todavía más el poder adquisitivo.

Cada año en que los precios de la vivienda aumentaban más que la inflación (y que los sueldos), el volumen de poder adquisitivo permanente, que no tiene por qué ser financiado por préstamos, disminuía.

La solución del problema era la solución de su origen y también de sus consecuencias. El Estado pagará cierta parte de las hipotecas mediante un alivio parcial de la deuda, financiada con transferencias de estímulos monetarios o impuestos. Esto se traduce en un aumento inmediato y permanente del poder adquisitivo de los ciudadanos, ya que la reducción de las cuotas hipotecarias también es permanente.

Se puede utilizar este método para mejorar la situación financiera en determinadas áreas geográficas. Es posible reducir el endeudamiento hipotecario de ciertos estados o regiones entre los más afectados por la recesión y así estimular las áreas que más lo necesitan.

Si se pregunta por qué deberíamos pagar el préstamo hipotecario de otra persona solo porque no ha sido capaz de calcular que no podría reembolsarlo, esta es la respuesta:

Millones de personas perdieron sus trabajos y un techo bajo el que vivir sin tener la culpa. La crisis económica, causada por bancos codiciosos y estúpidos, arruinó a miles de empresas. ¿Y cómo se aborda este problema en la actualidad?

Los mismos bancos que causaron la crisis son rescatados, la FED (Sistema de Reserva Federal) les proporciona para sobrevivir millones de préstamos a un tipo de interés reducido y, a pesar de todo eso, no está funcionando. ¿Por qué inyectar dinero en los bancos, donde el efecto es solo el de fortalecer los balances pero sin contribuir a la falta de demanda? Si los bancos consiguen dinero fácil, lo único que pueden hacer con él es prestarlo otra vez.

Pero mientras nuestros vecinos pierden sus trabajos y hogares, hay pocas ganas de pedir prestado. Y aunque la gente empezara a pedir prestado, como no podrían devolverlo, volveríamos al punto de partida. Solo los especuladores consiguen créditos a intereses bajos, que invierten en acciones, lo que causa que los precios suban. El rendimiento disminuye y los inversores exigen un aumento en las ganancias, lo que provocará presiones en la inflación. Con la disminución general del poder adquisitivo, el aumento de la inflación acarreará un mayor deterioro del nivel de vida.

En vez de inyectar dinero en los bancos, sería más apropiado destinarlo a la otra cara de la ecuación: los ciudadanos que cargan con las hipotecas. Eso reduciría las cuotas hipotecarias y aumentaría su poder adquisitivo. Mediante un alivio parcial de la deuda, también se fortalecerían los balances de los bancos, de forma similar que si fuera a través de los créditos baratos de la FED, aunque el efecto final de crecimiento es incomparable. Además, es inmoral darles préstamos extras a los bancos, a aquellos que causaron la crisis, en lugar de dárselo directamente al pueblo, ya que solo la sociedad puede empezar a reactivar la economía de nuevo. El reembolso parcial de las hipotécas es lo mismo que conceder préstamos ultra baratos a los ciudadanos.

                                                                                                                     

Todos estos tipos de transferencias (proyectos estructurales, asignaciones familiares, pensiones, reducción de la deuda) tienen efectos similares: estimulan la economía al proporcionarles a los ciudadanos poder adquisitivo, lo que aumenta las ventas y la capacidad de lograr las ventas previstas. Si no existieran, no habría posibilidad alguna de conseguir beneficios a largo plazo.

Limitaciones de la estimulación de la oferta

Es importante destacar que algunos bancos son rescatados y otros no. La sociedad lo considera una práctica injusta, una práctica claramente oligárquica. Si usted es demasiado importante como para fracasar, puede realizar cualquier tipo de estúpidos y arriesgados tratos, y, si al final sale mal, los contribuyentes pagarán la cuenta. Por supuesto, si obtiene beneficios a corto plazo, no se compartirán con la sociedad. Los economistas entendemos la necesidad de preservar el sistema bancario funcional y el riesgo de un fallo sistemático masivo en caso de inacción durante dichos fallos de efecto dominó. La sociedad, sin embargo, no lo entiende. Asimismo, los bancos pequeños, que quebraron porque sus clientes eran incapaces de pagar sus obligaciones debido a los despidos masivos tras el colapso financiero causado por el «soy demasiado importante como para fracasar», sienten que se usaron medidas de doble rasero. ¿Y qué ocurre con las miles y miles de pequeñas empresas? ¿Por qué no las rescataron a ellas también? ¿Por qué las víctimas secundarias de la crisis financiera son arrojadas a los lobos y los principales culpables son salvados? Claro, claro, demasiado importante como para fracasar.

Pero en este caso no estamos hablando de capitalismo o democracia. Esto es fascismo corporativo puro. A algunas entidades se les está dando un trato preferencial por su envergadura. No fue solo el caso de los bancos, sino también de los fabricantes de automóviles y otros grupos financieros como AIG. Más allá del éxito de este tipo de rescates, debemos pensar en el futuro. La propia democracia está en peligro. La cuestión no es cuántos puestos de trabajo se salvaron con las medidas adoptadas, sino el hecho de que tales medidas se consideraron inevitables para evitar un colapso total.

Porque si los gobiernos tomaron estas medidas y realmente fueron necesarias, entonces deberían haberse proporcionado alivios similares de forma equitativa a todos los participantes en el mercado. Eso sería justo y democrático. Y si estamos de acuerdo en que el gobierno debería ayudar a los actores del mercado para así superar la peor recesión de la historia moderna, entonces tiene más sentido que el gobierno otorgue ayudas preventivas a todos los participantes en el mercado sobre la base de la igualdad con el objetivo de evitar la crisis, en lugar de la consecuente “lucha contra el fuego” y esfuerzos más costosos.

¿A qué nos estamos refiriendo?

Las medidas de ahorro poscrisis adoptadas por la FED y otros bancos centrales de todo el mundo, que consisten en inyectar grandes cantidades de dinero en los bancos y en la expansión cuantitativa, de hecho, sigue todavía ayudando únicamente a la parte de la oferta. Y eso, en economías muy desarrolladas con mercados maduros, puede simplemente no ser suficiente.

Imagínese un barrio con un elevado desempleo, salarios bajos, en una palabra, un barrio pobre, pero donde existe un lugar perfecto para un restaurante. Dado que existe este lugar perfecto y se necesita este tipo de establecimiento (no hay restaurantes cerca), llega un empresario astuto y solicita un préstamo al banco. Lo consigue y construye un magnífico restaurante. Pero como hay poco poder adquisitivo en la zona, el restaurante no prospera y finalmente quiebra. El banco debe cancelar el préstamo. Sin embargo, mientras el restaurante se esforzaba por seguir adelante, seguía pagándoles a sus empleados, quienes, a su vez, podían gastar y así contribuir a la mini economía del barrio.

Más tarde, otro empresario viene y dice: ¡Menuda oportunidad! Y sigue los mismos pasos que su predecesor, con resultados similares, y con otro banco sufriendo pérdidas. Este escenario se puede repetir de diversas formas, escalas y en distintas áreas geográficas, pero sobre la misma base: existe un estímulo monetario que se proporciona a la economía en forma de un crédito empresarial que genera empleo y salarios, y del que se deriva el consecuente poder adquisitivo que contribuye a generar beneficios en un área en particular. Pero dado que el correspondiente poder adquisitivo que se esperaba que apoyara al negocio original no es suficiente ni sostenible, el negocio quiebra y causa una pérdida de capital en el sector bancario. De las inyecciones de poder adquisitivo se derivan ganancias en otros negocios que se benefician del aumento de la demanda en general, impulsada por los salarios de las empresas en quiebra.

Esta es la naturaleza de la oferta del estímulo monetario. Proporciona salarios provenientes del capital de los bancos mientras siga en marcha la empresa constituida con dicho capital bancario. Cuando la empresa quiebra, el capital del banco se pierde. El estímulo monetario proporciona capital nuevo y a intereses bajos a los bancos para que vuelvan a ofrecer préstamos, pero no se ocupa de los motivos por los cuales la empresa quebró y provocó la necesidad de un estímulo monetario adicional.

Sin el impulso correspondiente de la demanda, que siempre coincidiría con la nueva oferta creada, esta nueva empresa (entidad de suministro) no tiene posibilidad de sobrevivir o puede solo sobrevivir a expensas de otra entidad de suministro. Los ejemplos abundan: Nokia y Blackberry se rinden ante Apple, Sony y Panasonic son derrotados por Samsung… Es la ley de la selva. Es un mecanismo maravilloso que genera innovaciones y avances tecnológicos dado que sólo los productos nuevos, baratos y mejores pueden sobrevivir. Pero no responde al problema del aumento del consumo o el consumo sostenible en mercados maduros y concentrados. Después de algún tiempo, no queda nadie dispuesto a construir ese «restaurante» de nuevo puesto que ya se sabe que no va a funcionar. No importa lo buena que sea la oferta, sencillamente allí no existen clientes con el suficiente poder adquisitivo para apoyar el negocio.

Los bancos no están dispuestos a prestar porque son totalmente conscientes de la falta de demanda y, sin importar cuán proempresarial sean, es absurdo tirar el dinero en un agujero negro. Hemos llegado a un punto en que la estimulación de la oferta a través de los préstamos baratos de los bancos centrales no hace ningún bien a la economía porque todos los participantes ya comprenden que el problema se encuentra en la demanda.

Y si este es el caso, entonces la función preventiva del gobierno es impulsar la demanda global de sus ciudadanos mediante alguno de los métodos mencionados arriba. No tiene sentido impulsar constantemente la oferta solo para comprobar que estos esfuerzos son ineficaces. La ley de la selva es buena en países en desarrollo donde los nuevos inventos son el pan de cada día. Con mercados maduros y un desempleo masivo, existe un lugar para el enfoque «vive y deja vivir», lo que se facilita si apoyamos la demanda agregada. Se les debería dar a los empresarios la oportunidad de ser recompensados por tomar riesgos mediante el apoyo a la demanda sostenible.

La tasa de desempleo y el uso de las capacidades de producción permiten elegir entre apoyar la oferta (mediante créditos a un interés bajo) o apoyar la demanda (complementando la demanda). Si la tasa de desempleo es alta y las fábricas no funcionan al 100%, entonces hay que apoyar la demanda. Si la tasa de desempleo es normal y la economía no se halla muy por debajo de su potencial de producción, entonces hay que estimular la oferta.

 

Traducido por Alexandra López Garres