11.1 Métodos de redistribución del capital. La inevitabilidad de la deuda estatal

Dado que los empleados y empresarios muestran una fuerte tendencia a la acumulación de ganancias (acumulación de capital), la economía no tardaría en colapsar sin ciertos mecanismos (como defensa ante la codicia humana) que permitan el retorno del capital a la circulación (redistribución del capital).

Así que hay una regla: si quieren ser millonarios y multimillonarios, de acuerdo. Dejaremos que ocurra. Puede retirar de la circulación cierta cantidad de dinero que usted llama «suya», pero:

1. Si no puede gastar o reinvertir estos beneficios, se espera que los devuelva a la circulación comprando deuda pública.
Esta es la primera línea de defensa contra la acumulación ilimitada de capital: su retorno voluntario en forma de financiación del gobierno.

 

 

El poder adquisitivo que falta en el importe de la ganancia se complementa con la dotación de varios programas gubernamentales que compensan la cantidad exacta retirada de circulación. El resultado es un equilibrio macroeconómico que posibilita la consecución de las ventas planeadas, porque el poder adquisitivo de los ciudadanos ha aumentado gracias a las dotaciones del gobierno.

 2. Si los empresarios no están dispuestos a financiar la deuda pública (ya sea por motivos económicos o políticos) y mantienen su dinero en sus cuentas bancarias, entonces entra en juego la segunda línea de defensa:
Los bancos por sí solos proporcionarán este capital al gobierno si no pueden usarlo de otra manera.


Por tanto, el empresario que ganó millones y no es capaz de utilizarlos ni prestárselos al Estado, no lo hará incluso si no lo sabe y nadie se lo pedirá.

En el diagrama se puede ver que financiar el poder adquisitivo mediante la compra indirecta de la deuda pública (a través del sistema bancario) no puede cubrir el mismo volumen que si se hace directamente mediante las compañías e individuos. El motivo son las reservas mínimas obligatorias que cada banco debe mantener en un 8-10%, lo que reduce las posibilidades de participación. Incluso si el banco estuviera dispuesto a invertir en deuda pública, no podría. Por supuesto, eso no significa que los bancos estén invirtiendo todo el capital disponible en deuda pública.

 

Es un mito muy extendido pero falso que los ahorros se conviertan automáticamente en inversiones. La gente de alguna manera implícita asume que TODOS los ahorros se convierten en inversiones pero nada más lejos de la realidad.

Los bancos, además de mantener reservas obligatorias, también están creando reservas voluntarias basadas en pérdidas previstas y en la ausencia de oportunidades de negocio. O simplemente carecen de voluntad para prestar (ya sea por miedo al no reembolso o por motivos políticos. Por ejemplo, si cierto Estado necesita financiar su déficit, no proporcionarán dinero debido a la agenda política de sus propietarios).

Si los bancos deciden no prestar dinero (lo que está ocurriendo ahora), nos encontramos con la última línea de defensa ante la codicia humana:

3. El Banco Central, como último recurso, prestará dinero al gobierno.


Con esta última opción para mantener a flote la economía, el Banco Central proporciona dinero al gobierno y crea dinero nuevo para comprar deuda pública y así complementar el poder adquisitivo que falta.

El problema de este método es que el dinero recién emotido cae, impotente, en los engranajes de la máquina económica y aterriza en las cuentas de las mismas personas que se negaron a prestarle dicho dinero al gobierno.
Así que la no cooperación vale la pena. Si el Banco Central no quiere dejar que la economía se venga abajo, debe inyectar dinero en el sistema, dinero que al final llega a las cuentas de las mismas personas que provocaron el uso de esta política.

El peor aspecto de esta política es su impacto internacional:

Si el dinero nuevo solo se acumula en las cuentas de las personas que lo reciben, que así sea.
Pero, ¿y si estas personas deciden invertirlo en el extranjero?

Ya sea en minerales (petróleo, carbón, gas, hierro...) o en unidades de inversión, sus socios de negocios (si es que no son completamente estúpidos) albergarán serias dudas sobre el valor de dichos fondos, ya que provienen directamente de la imprenta y su valor es cero.

Si aceptaran estos fondos sin objeciones, los inversores se mantendrían su posición de no cooperación hacia la economía nacional y, como el Banco Central salvaría la situación mediante la inyección de nuevos recursos, podrían continuar comprando el mundo entero, para nada.

Por consiguiente, es una consecuencia inevitable que, tras una expansión cuantitativa a largo plazo, la moneda se deprecie o se rechace en el comercio internacional.

 

Traducido por Alexandra López Garres